Las grandes catedrales góticas son un portento artístico, sin lugar a dudas, pero también organizativo.
En la construcción de una catedral colaboraban todos. Participaba cada familia, cada individuo del núcleo urbano donde se edificaría.
Para empezar, el costo era sufragado por todos con donaciones, diezmos, impuestos, etcétera. Eso es lo que hoy en día, olvidando la historia, se considera súper moderno y recibe el nombre de crowdfunding. Pero es un modelo que tiene siglos de funcionar aunque haya quedado oculto a partir de la caída del sistema feudal y el advenimiento del capitalismo.
En dichas catedrales la gente también ponía su trabajo: mano de obra más calificada o menos, mejor o peor pagada (a veces incluso sin pago alguno), y generalmente anónima o sin protagonismos ante el colectivo. Vamos, lo que ahora pomposamente llamamos, en pleno afán hipermoderno, crowdsourcing.
Este modelo también perdió prestigio (aunque no dejó de ser usado) al término del Medioevo, cuando los artistas comenzaron a firmar sus obras de manera individual y a publicitarse y contratarse a título personal a las órdenes de un mecenas. El individualismo capitalista propició el surgimiento del artista profesional.
Ahora el mundo ha inventado (redescubierto, más bien) las bondades de la colectividad, incluso dentro del capitalismo más voraz. Así las empresas cada vez recurren más al crowdsourcing. Y algunos aventurados se apoyan en el crowdfunding para diversos proyectos, como los creadores de la película “Demain la Veille”.
Y es que así es la nueva sociedad que está creciendo alrededor de internet, un invento que, finalmente, es como las grandes catedrales de la Edad media: construida y financiada entre todos los cibernautas.
Hay quien sostiene que este proceso llevará a la desaparición del artista profesional; ya se han levantado voces que se lamentan porque estamos viviendo la desaparición del escritor profesional, una profesión bastante reciente, por cierto. Aún no he visto a nadie que se lamente por la desaparición de los aguadores…
En fin, el caso es que se está volviendo al modelo comunitario del que se beneficiaron las antiguas catedrales, pero con algunas diferencias. Por ejemplo, ahora se estila recibir crédito individual por la participación en estos proyectos, aunque los escritores no siempre lo reciben, ni siquiera en el ámbito del escritor profesional, donde abundan los negros o “escritores fantasma”.
Yo, por lo pronto, tengo algunas ideas en mente para edificar mis catedrales. Entre ellas tengo el sueño de adaptar a una película animada la tragedia shakesperiana Macbeth. La trama tiene lugar en la Edad Media (aunque antes del gótico) pero fue escrita en los primeros tiempos del capitalismo, y habla sobre la traición, la avaricia y el individualismo. ¿Qué mejor historia para un proyecto sin fines de lucro y desarrollado con crowdsourcing y financiado con crowdfunding?
¿Alguien que guste colaborar? ;)