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12 de mayo de 2007

Dos visiones complementarias incompletas

Por una de esas casualidades que hacen interesante nuestra vida, en un mismo día he leído dos textos diferentes que se acercan, de manera totalmente distinta, a la misma cuestión central: los problemas ambientales causados por las actividades humanas.

Uno de estos textos ‹‹Planta de carbón de emisión cero››, escrito por Pedro Gómez-Esteban y publicado en El Tamiz (http://eltamiz.com/2007/04/22/planta-de-carbon-de-emision-cero/), aborda un proyecto tecnológico: la construcción, por parte de un equipo internacional (países), de una planta termoeléctria que no arrojará gases contaminantes a la atmósfera al menos no el pernicioso dióxido de carbono (CO2) relacionado con el efecto invernadero y el cambio climático global.
Esta termoeléctrica del futuro, en vez de liberar a la atmósfera el dióxido de carbono producido por la combustión de carbón, lo guardará, bajo presión, en forma líquida. Por desgracia, el proyecto no incluye ninguna propuesta de solución para el CO2 líquido almacenado, que a la larga se convertirá también en un problema ambiental. Yo creo que debería utilizarse a seres vivos unicelulares (bacterias y levaduras) para ‹‹hacer algo›› (como sintetizar productos útiles) con ese dióxido de carbono; a esto se llama biotransformación.

La noticia, sin embargo, es auspiciosa: algo se está haciendo, aunque se puede hace más, para paliar el problema de las emisiones de dióxido de carbono. Pero no es cosa de echar el sombrero al aire: la propuesta de planta termoeléctrica ‹‹carbón cero›› sigue sin enfocarse al problema de fondo: la clave no está en qué hacer con el CO2, sino con nosotros, los seres humanos.

Porque lo que subyace a todos los desastres ambientales que hemos ocasionado, que estamos ocasionando y que seguiremos ocasionando, es el crecimiento de nuestras poblaciones y el desarrollo de nuestras sociedades. De esto también me ocuparé en otro lugar, así que por ahora basta con decir que, cuanto más grandes sean nuestras poblaciones, más recursos necesitaremos consumir y más residuos produciremos; cuanto más aumente nuestra capacidad energética (es decir, el desarrollo de nuestras sociedades y tecnologías), mayores son los daños que podemos causar.

Es decir, nuestra visión de la sociedad y del bienestar son el corazón de la problemática ambiental que ocasionamos. Sin embargo, las propuestas de solución rara vez dan cuenta de este problema de fondo, son simples paliativos. Esto curre con los 20 consejos para cuidar nuestro planeta que propone Fernando Valladares (al menos, tal como se explican en el artículo ‹‹Nuestro planeta se encuentra al límite, pero aún podemos salvarlo››, de Ana Martín, en 20 Minutos: http://www.20minutos.es/noticia/223699/0/planeta/podemos/salvarlo/). También se encuentra esta omisión en la entrevista a Jordi Bigues, también en 20 Minutos, realizada por D. Jurado (http://www.20minutos.es/noticia/222063/0/Podemos/impedir/cambio/).

Sin embargo, otros autores sí se ocupan del problema de fondo, pero suelen hacerlo de manera derrotista. Esto sucede en el segundo de los textos que quiero comentar: se trata de ‹‹Desastres climáticos: tres obstáculos para hacer algo›› (http://www.jornada.unam.mx/2007/04/22/index.php?section=opinion&article=024a1mun), del científico social Immanuel Wallerstein publicado originalmente en inglés por el Fernand Braudel Center de la Universidad de Birmingham (que se puede consultar en http://www.binghamton.edu/fbc/205en.htm).

Este material critica la forma en que estamos enfrentando los problemas ambientales, obstaculizados por el poder y sus detentores (gobernantes, oligarcas, etcétera), por el sistema mundial de competencia y por nuestros propios hábitos de consumo. Es decir, los modelos de crecimiento y desarrollo; jamás enfrena abiertamente el problema mayor: el tamaño poblacional, pero ya se nota algo en esta dirección.

Sin embargo, Wallerstein presenta un panorama sombrío y desalentador. No hay ninguna solución a la vista, ni siquiera una parcial o un paliativo, como el que presenta Pedro. Sólo nos llevamos el mal sabor de boca de que no tener 50 años. De este derrotismo no quiero tampoco hacer leña en este texto, pues me ocupo de dicha visión en otro sitio (http://miquel-nadal.blogspot.com/2007/05/sobre-el-pesimismo-de-wallerstein.html).

Ambas visiones son incompletas y ambas visiones se complementan: la posible solución pasa, inevitablemente, por la coincidencia entre ambas visiones. Es necesario enfrentar el problema de fondo (el de nuestro desarrollo y crecimiento), que debemos modificar, a la vez que aportar soluciones factibles para avanzar hacia la corrección de la problemática completa, sin tener que renunciar a la calidad de vida que con tanto trabajo hemos construido a lo largo de miles de años de historia. Y esto implica, también, un cambio en cómo encaramos la educación ambiental, que es el motivo de mis reflexiones en ‹‹Mala educación ambiental››.

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